domingo, 14 de marzo de 2010

Periodo de conquistas

La conquista de Persia

Alejandro pretendía llevar a cabo el plan de su padre y liberar a los más de 10.000 griegos que se encontraban bajo el dominio persa en Asia Menor para incorporarlos al resto del mundo heleno por lo que decidió invadir Asia Menor, en donde los persas ofrecieron débil resistencia y fueron vencidos en la Batalla del Gránico, a orillas del riachuelo Gránico, donde los sátrapas le hicieron frente con un ejército de 40.000 hombres comandado por el astuto Memnón de Rodas compuesto en su mayor parte por griegos mercenarios. En este combate, Alejandro estuvo cerca de la muerte, pues un persa trató de asesinarlo por la espalda, pero salvó la vida, gracias a Clito, su fiel amigo, que de un sablazo derribó al agresor. Las ciudades griegas de las costas se entregaron ya sea por miedo o por querer ser liberadas.

A finales de 334 a. C. decidió invernar en Gordión, antigua capital de Frigia. Allí se encontraba un famoso carro real, sujeto a un nudo complicadísimo. Según el oráculo de Gordión, quien supiera deshacerlo conquistaría Asia. No se sabe si Alejandro desató el nudo pacientemente o si lo partió con su espada. En cualquier caso, la tormenta que siguió al hecho fue interpretada como un claro signo de que Zeus lo aprobaba.

Alejandro combate contra el rey persa Darío III en la batalla de Issos. Detalle del mosaico de la Casa del Fauno de Pompeya (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles).

Una contraofensiva marítima de los persas en el Egeo, al mando de Memnón de Rodas y su flota, puso en peligro a la Grecia continental, pero esta amenaza se detuvo después de la victoria de Alejandro sobre Darío III en la batalla de Issos (pequeña llanura situada entre las montañas y el mar cerca de Siria) en el 333 a. C., en la cual, el rey Darío huyó amparado en la oscuridad de la noche dejando en el campo de batalla sus armas y su manto púrpura. El rey tomó conciencia de la amenaza y envió propuestas de negociación, que fueron desestimadas. Sin embargo, la familia de Darío III fue capturada en el interior de una lujosa tienda. Alejandro trató a todos con gran cortesía y les manifestó que no tenía ninguna cuestión personal contra Darío, sino que luchaba contra él para conquistar Asia.

Alejandro conquistó fácilmente Fenicia, con excepción de la isla de Tiro, debiendo mantener un largo asedio (de enero a agosto de 332 a. C.), conocido como el Sitio de Tiro. Conquistada Tiro, Alejandro pensó que podía seguir conquistando a su antojo y se dirigió a Egipto, en donde se hizo proclamar «Hijo de Amón», título reservado sólo para los faraones. Allí fue bien recibido por los egipcios, quienes le apoyaban por su lucha contra los persas. En esa época controló la situación de rebeldía en Anatolia y el Egeo, de tal modo que en la primavera del 331 a. C., desde Tiro, organizó los territorios conquistados. Darío, con un ejército más numeroso, decidió hacerle frente en Gaugamela a orillas del Tigris, pero apenas logró salvar su vida, ya que pese a la superioridad numérica se vio derrotado por el genio militar del joven rey macedonio.

En ambas ocasiones, el Gran Rey persa escapó huyendo. Darío fue traicionado por sus nobles y asesinado. Alejandro habría de honrar a su otrora rival y enemigo y perseguir a sus asesinos.

Los extranjeros que vivían en Persia se sintieron identificados con Alejandro y se comprometieron con él para venerarle como nuevo gobernante. En su idea de conquista también estaba la de querer globalizar su imperio mezclando distintas razas y culturas. Los sátrapas en su mayoría fueron dejados en su puesto, aunque supervisados por un oficial macedonio que controlaba el ejército.

En el 330 a. C. Filotas, hijo de Parmenión, fue acusado de conspirar contra Alejandro y asesinado junto con su padre (por miedo a que éste se rebelara al enterarse de la noticia). Asimismo, el primo de Alejandro, Amintas, fue ejecutado por intentar pactar con los persas para ser el nuevo rey (de hecho, era el legítimo sucesor). Tiempo después hubo una nueva conjura contra Alejandro, ideada por sus pajes, la cual tampoco logró su objetivo. Tras esto, Calístenes (quien hasta ese momento había sido el encargado de redactar la historia de las travesías de Alejandro) fue considerado como impulsor de este complot, por lo que fue condenado a muerte. Sin embargo, él se quitó antes la vida.

Uno de sus generales más queridos del último ejército legado por su padre fue Clito, apodado «El Negro», al que Alejandro nombraría antes de este incidente sátrapa de Bactriana. Alejandro, adoptando la costumbre persa de la proskynesis, pretendió ser adorado como un dios. En un banquete, su amigo Clito, cansado de tantas lisonjas y de oír cómo Alejandro se proclamaba mejor que su padre Filipo, le dijo indignado: «Toda la gloria que posees es gracias a tu padre»; incorporándose volvió a gritarle: «Sin mí, hubieras perecido en el Gránico.»

Alejandro, que estaba ebrio, buscó su espada, pero uno de los guardias la ocultó. Clito fue sacado del lugar por varios amigos, pero regresó por otra puerta, y mirando fijamente al conquistador, repitió un verso de Eurípides: «Qué perversa costumbre han introducido los griegos.» Alejandro arrebató una lanza a uno de los guardias y mató a Clito, que se desplomó en medio del estupor de los presentes. Arrepentido del crimen, pasó tres días encerrado en su tienda y algunos afirman que hasta trató de suicidarse a consecuencia de la muerte de su amigo.

Tras muchas peripecias y conquistas, Alejandro había invadido la Sogdiana y la Bactriana, se había casado con la princesa Roxana, y llevaría a su ejército a atravesar el Hindu Kush y a dominar el valle del Indo, con la única resistencia del rey indio Poros en el río Hidaspes.

Mapa en castellano que muestra la máxima extensión del imperio de Alejandro, la ruta seguida por este a lo largo de sus conquistas, y en esta algunas de las ciudades fundadas por el, las Alejandrías.

A sus 32 años, su imperio se extendía hasta el valle del Indo por el Este y hasta Egipto por el Oeste, donde fundó la famosa ciudad de Alejandría (hoy Al-Iskandría, الاسكندرية). Fundador prolífico de ciudades, esta ciudad egipcia habría de ser con mucho la más famosa de todas las Alejandrías fundadas por el también faraón Alejandro. De las 70 ciudades que fundó, 50 de ellas llevaban su nombre.

Con sus acciones extendió ampliamente la influencia de la civilización griega y preparó el camino para los reinos del período helenístico y la posterior expansión de Roma. Fue además gran amante de las artes. Alejandro era consciente del poder de propaganda que puede tener el arte y supo muy bien controlar la reproducción de su efigie, cuya realización sólo autorizó a tres artistas: un escultor, Lisipo, un orfebre y un pintor, Apeles. Los biógrafos de Alejandro cuentan que éste tenía en gran aprecio al pintor y que visitaba con frecuencia su taller y que incluso se sometía a sus exigencias.

Invasión de la India

Campañas de la invasión del sur de Asia.

Tras la muerte de Espitámenes y su boda con Roxana (Roshanak en bactriano) para consolidar sus relaciones con las nuevas satrapías de Asia Central, en el 326 a. C. Alejandro puso toda su atención en el subcontinente indio e invitó a todos los jefes tribales de la anterior satrapía de Gandara, al norte de lo que ahora es Pakistán para que vinieran a él y se sometieran a su autoridad. Taxiles, gobernador de Taxila, cuyo reino se extendía desde el Indo hasta el Hidaspes, aceptó someterse pero los rajás de algunos clanes de las montañas, incluyendo los aspasioi y los assakenoi de la tribu de los kambojas, conocidos en los textos indios como ashvayanas y ashvakayanas (nombres que se refieren a la naturaleza ecuestre de su sociedad, de la raíz sánscrita ashva, que significa ‘caballo’), se negaron a ello.

Alejandro tomó personalmente el mando de los portadores de escudo, los compañeros de a pie, los arqueros, los agrianos y los lanzadores de jabalina a caballo y los condujo a luchar contra la tribu de los kamboja de la que un historiador moderno escribe que «eran gentes valientes y le fue difícil a Alejandro aguantar sus acometidas, especialmente en Masaga y Aornos».


Alejandro se enzarzó en una feroz contienda contra los aspasioi en la que le hirieron en el hombro con un dardo, pero en la que los aspasioi perdieron la batalla y 40.000 de sus hombres cayeron prisioneros. Los assakenoi fueron al encuentro de Alejandro con un ejército de 30.000 soldados de caballería, 38.000 de infantería y 30 elefantes, lucharon valientemente y opusieron una tenaz resistencia al invasor en las batallas de las ciudades de Ora, Bazira y Masaga, ciudad esta última cuyo fuerte fue reducido sólo tras varios días de una sangrienta lucha en la que hirieron a Alejandro de gravedad en el tobillo.

Cuando el rajá de Masaga murió durante la batalla, el comandante supremo del ejército acudió a la vieja madre de éste, Cleofis, la cual también parecía dispuesta a defender su tierra hasta el final y asumió el control total del ejército, lo que empujó también a otras mujeres del lugar a luchar por lo que Alejandro sólo pudo controlar Masaga recurriendo a estratagemas políticas y actos de traición. Según Curcio, «Alejandro no sólo mató a toda la población de Masaga, sino que redujo sus edificios a escombros». Una matanza similar ocurrió en Ora, otro bastión de los assakenoi.

Mientras todas estas matanzas ocurrían en Masaga y Ora, varios assakenoi huyeron a una alta fortaleza llamada Aornos donde Alejandro los siguió de cerca y capturó la roca tras cuatro días de sangrienta lucha. La historia de Masaga se repitió en Aornos, y la tribu de los assakenoi fue masacrada.

En sus escritos acerca de la campaña de Alejandro contra los assakenoi, Victor Hanson comenta: «Después de prometer a los assakenoi, quienes estaban rodeados, que salvarían sus vidas si capitulaban, ejecutó a todos los soldados que aceptaron rendirse. Las contiendas de Ora y Aornos se saldaron de forma similar. Probablemente todas sus guarniciones fueron aniquiladas.»

Sisikottos, que había ayudado a Alejandro en esta campaña, fue nombrado gobernador de Aornos. Tras reducir Aornos, Alejandro cruzó el Indo y luchó y ganó una batalla épica contra el gobernador local Poros, que controlaba la región del Punyab, en la Batalla del Hidaspes del 326 a. C.

Tras la batalla, Alejandro quedó tan impresionado por la valentía de Poros que hizo una alianza con él y le nombró sátrapa de su propio reino al que añadió incluso algunas tierras que éste no poseía antes. Alejandro llamó Bucéfala a una de las dos ciudades que había fundado, en honor al caballo que le había traído a la India, y que habría muerto durante la contienda del Hidaspes. Alejandro siguió conquistando todos los afluyentes del río Indo.

Al este del reino de Poros, cerca del río Ganges, estaba el poderoso imperio de Magadha gobernado por la dinastía Nanda. Temiendo la perspectiva de tener que enfrentarse con otro gran ejército indio y cansados por una larga campaña, el ejército macedonio se amotinó en el río Hífasis (actualmente, río Beas), negándose a seguir hacia el este por lo que, este río marca el límite más oriental de las conquistas de Alejandro:

El combate de Poro desmoralizó mucho a los Macedonios, apartándolos de querer internarse más en la India: pues no bien habían rechazado a éste, que les había hecho frente con veinte mil infantes y dos mil caballos, cuando ya se hacía de nuevo resistencia a Alejandro, que se disponía a forzar el paso del río Ganges, cuya anchura sabían era de treinta y dos estadios, y su profundidad de cien brazas, y, que la orilla opuesta estaba cubierta con gran número de hombres armados, de caballos y elefantes; porque se decía que le estaban esperando los reyes de los gandaritas y los preslos, con ochenta mil caballos, doscientos mil infantes, ocho mil carros y seis mil elefantes de guerra.
Moneda de Ptolomeo que representa a Alejandro con una piel de elefante, símbolo de sus conquistas en la India.

Alejandro, tras reunirse con su oficial Coeno, se convenció de que era mejor regresar. Alejandro no tuvo más remedio que dirigirse al sur. Por el camino su ejército se topó con los malios. Los malios eran las tribus más aguerridas del sur de Asia por aquellos tiempos. El ejército de Alejandro desafió a los malios, y la batalla los condujo hasta la ciudadela malia. Durante el asalto, el propio Alejandro fue herido gravemente por una flecha malia en el pulmón. Sus soldados, creyendo que el rey estaba muerto, tomaron la ciudadela y descargaron su furia contra los malios que se habían refugiado en ella, llevando a cabo una masacre, y no perdonaron la vida a ningún hombre, mujer o niño. A pesar de ello y gracias al esfuerzo de su cirujano, Critodemo de Cos, Alejandro sobrevivió a esa herida. Después de esto, los malios que quedaron vivos se rindieron ante el ejército alejandrino, y éste pudo continuar su marcha. Alejandro envió a la mayor parte de sus efectivos a Carmania (al sur del actual Irán) con su general Crátero, y ordenó montar una flota para explorar el Golfo Pérsico bajo el mando de su almirante Nearco, mientras que él conduciría al resto del ejército de vuelta a Persia por la ruta del sur a través del desierto de Gedrosia (ahora parte del sur de Irán y de Makrán, en Pakistán).

Alejandro dejó, no obstante, refuerzos en la India. Nombró a su oficial Peitón sátrapa del territorio del Indo, cargo que éste ocuparía durante los próximos diez años hasta el 316 a. C., y en el Punyab dejó a cargo del ejército a Eudemos, junto con Poros y Taxiles. Eudemos se convirtió en gobernador de una parte del Punyab después de que éstos murieran. Él y Peitón volvieron a occidente en el 316 a. C. con sus ejércitos. En el 321 a. C., Chandragupta Maurya fundó el Imperio Maurya en la India y derrotó a los sátrapas griegos.

Últimos años

Estatuilla del joven Alejandro montando a caballo, Begram, Afganistán.

Tras enterarse de que muchos de sus sátrapas y delegados militares habían abusado de sus poderes en su ausencia, Alejandro ejecutó a varios de ellos como ejemplo mientras se dirigía a Susa. Como gesto de agradecimiento, Alejandro pagó las deudas de sus soldados, y anunció que enviaría a los veteranos más mayores a Macedonia bajo el mando de Crátero, pero sus tropas malinterpretaron sus intenciones y se amotinaron en la ciudad de Opis, negándose a partir y criticando con amargura su adopción de las costumbres y forma de vestir de los persas, así como la introducción de oficiales y soldados persas en las unidades macedonias. Alejandro ejecutó a los cabecillas del motín, pero perdonó a las tropas. En un intento de crear una atmósfera de armonía entre sus súbditos persas y macedonios, casó en una ceremonia masiva a sus oficiales más importantes con persas y otras nobles de Susa, pero pocas de esas parejas duraron más de un año. Mientras tanto, en su regreso, Alejandro descubrió que algunos hombres habían saqueado la tumba de Ciro el Grande, y los ejecutó sin dilación, ya que se trataba de los hombres que debían vigilar la tumba que Alejandro honraba.

En su intento de mezclar la cultura persa y la griega entrenó a un regimiento de muchachos persas para combatir a la manera macedonia. La mayoría de los historiadores creen que Alejandro adoptó el título real persa de Shahanshah (‘Rey de Reyes’).

Tras viajar a Ecbatana para recuperar lo que quedaba del tesoro persa, su amigo más íntimo y posiblemente también su amante, Hefestión, murió a causa de una enfermedad o envenenado. Alejandro lloró su muerte durante seis meses.

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